El tráfico de droga sigue al alza. Crece el número de los llamados narcopisos, viviendas donde, además de vender estupefacientes, se ofrece la posibilidad de consumirlos sin tener que salir a la calle. El problema se extiende por todas las ciudades de España, lamentablemente también en Algemesí, donde podrían existir alrededor de 25 narcopisos. 
 

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Carlos Bueno


Hace sólo unas semanas Antena 3 realizó una amplia cobertura sobre la creciente problemática que los llamados narcopisos estaban ocasionando en uno de los barrios de Barcelona. En sus noticias la cadena televisiva hablaba de la existencia de más de 40 viviendas de este tipo. El resto de medios de comunicación pronto se hizo eco del fenómeno y los reportajes proliferaron en todo tipo de informativos, lo que también llamó la atención de este periódico. Algemesí es el mayor centro de venta de drogas de la Comunidad Valenciana. ¿Habría narcopisos en nuestra ciudad?
 
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Aunque parezca mentira los toxicómanos utilizan estas instalaciones prácticamente inaccesibles para drogarse. MOISÉS CASTELL / Prensa2


Los narcopisos son espacios destinados al consumo de estupefacientes. Generalmente se trata de casas abandonadas tras la crisis económica que suelen estar en manos de entidades bancarias. Los narcotraficantes lo conocen, las detectan, tiran la puerta abajo, las okupan o ponen una cadena con un candado y montan su negocio, que consiste en vender la droga en una vivienda y ofrecer a sus clientes la posibilidad de ‘metérsela’ allí mismo o en otras contiguas que también controlan. Es la forma de chutarse con cierta tranquilidad y, además, de que la policía no requise las sustancias en caso de registro callejero. 
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Mesa sobre la que los drogadictos preparan sus dosis. El papel de aluminio se utiliza para quemar cierto tipo de droga junto con amoníaco e inhalarla. MOISÉS CASTELL / Prensa2


En el caso de la heroína, tras su administración se produce una primera etapa denominada ‘luna de miel’, en la que el individuo tiene una sensación de placer muy intensa, y después un estado de sedación total y cierta euforia, con ausencia de cualquier malestar psíquico. Los esfínteres se relajan y la necesidad de defecar se hace inaguantable. Es por eso que estos pisos suelen estar llenos de mierda, literalmente. Hay cagadas por todas partes sin que a nadie de los consumidores parezca importarle lo más mínimo. 
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En la cocina hay preparada una tubería para deshacerse de la droga. En caso de intervención policial las sustancias se vierten directamente al desagüe. MOISÉS CASTELL / Prensa2


La problemática de estos centros de venta y consumo de drogas no afecta solamente a Barcelona, también a Madrid, Sevilla, Alicante, Valencia y… sí, Algemesí, donde se despachan monodosis por tan solo cinco euros. Los toxicómanos lo saben y acuden en masa desde distintos puntos de nuestra geografía. El perfil del cliente es heterogéneo. Desde los muy ‘tirados’ hasta jóvenes de clase media que se acercan a los locales los fines de semana. Muchos drogodependientes comienzan por el cannabis, el alcohol y la cocaína, y luego dan el salto a la heroína, cuyo consumo ha repuntado en los últimos tiempos agudizando el problema. 
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Los excrementos se cuentan por decenas en cada habitación sin que a los toxicómanos parezca importarles, y cada día hay más puesto que necesitan defecar cada vez que se drogan en estas viviendas. MOISÉS CASTELL / Prensa2


Yo he visto niños de Algemesí con no más de 13 ó 14 años comprando en un narcopiso, y un padre que entraba a consumir con sus hijos; muy lamentable”. Nos lo comenta apesadumbrado Paco, vecino de El Raval de Algemesí. El piso en el que vive es de su propiedad, de lo contrario ya se habría ido. “Pero no tengo trabajo fijo y no me puedo marchar”, lamenta. Paco vive 57 años en el barrio. La vivienda la heredó de sus padres y en su finca, de los moradores ‘de toda la vida’, sólo queda él y otro propietario. “El Raval siempre fue una zona de gente humilde pero trabajadora y honrada, pero el asentamiento de camellos que vinieron de fuera para vender droga lo cambió todo”, recuerda.
Su edificio tiene diez viviendas. En dos puertas se suministra droga, “tipo despacho”, dice, y explica que “las 24 horas hay alguien para vender, y una vez adquirida la dosis abren el candado de cualquiera de los otros pisos deshabitados y allí la consumen”. Paco asegura que vive una pesadilla. No hay luz en la escalera porque nadie paga gastos de comunidad, sin embargo los camellos disponen de electricidad porque están enganchados ilegalmente. “Hasta tienen cámaras de vigilancia colocadas en balcones y terrazas para detectar cuándo llega la policía”, afirma. 
El mal olor y la suciedad lo inundan todo. “A veces llegan a cagar en la escalera”, relata Paco harto de la insalubridad con la que convive a diario. “Es un martirio también psicológico. Ves gente en muy mal estado. Otros te miran muy desafiantes. Escuchas chillidos desgarradores. El otro día uno gritaba que por favor no avisaran a su hijo. Se me encogía el corazón. Sí, es muy duro vivir aquí”, sentencia. 
¿Y por qué nos lo cuenta a nosotros y no a la autoridad?, le pregunto. La respuesta es lógica. “Miedo, miedo a represalias, a palizas. Pero esto se tiene que saber”. Paco declara que “el trasiego de consumidores es constante, todo el día, también por la noche. Cuando se presenta la policía todo queda en calma, pero cuando se marcha aparecen los drogadictos como por arte de magia. Es necesario que se busque una solución para la gente de bien, porque esto cada vez está peor, sobre todo desde hace un par de años”, se lamenta. 
¿Cuántos narcopisos habrá en Algemesí? Después de recorrer el barrio, de indagar y de preguntar la respuesta es para alarmarse. La cifra podría alcanzar los 25. Y lo que resulta más sorprendente es que no todos están en El Raval, entre 5 y 10 estarían ubicados dentro del casco urbano. Y es que el tema no sólo aparece y se queda en las pantallas de Antena 3, el problema también lo tenemos aquí, en casa.