La multitud de contagios y muertes que está provocando la pandemia de coronavirus parece no asustar a la población.

Enrique Ballester Llopis médico urgencias hospital de la ribera agencia prensa2 moises castell carlos buenoEnrique Ballester.- La tercera ola del tsunami Covid en nuestro país, con 2.211.967 millones de contagios, a un ritmo de más de 35.000 contagios por día y más de 53.000 fallecimientos (80.000 muertes según el INE) es una triste realidad que parece no asustar a la población.

Centros de Salud colapsados, hospitales desbordados, UCIs sin camas… son impactantes imágenes que vemos todos los días en los medios de comunicación, y en el siguiente plano eriza la piel contemplar aberrantes fiestas diurnas o nocturnas en discotecas, calles o casas particulares, terrazas repletas con gente sin mascarilla, charla animada a medio metro de distancia, incluso compartiendo tapeo de aceitunas o cacahuetes, y grandes centros comerciales abarrotados como en un Black Friday. ¿Y todavía esperamos que se aplane la curva?

La conciencia social no está suficientemente sensibilizada ante tantas lágrimas y muertes. Parece que sólo la vacuna sea la salvación para liberarnos del letal virus y alcanzar la ansiada inmunidad de «rebaño» (ojo con la palabra porque a veces lo parecemos).

Olvidamos que la mejor vacuna contra la pandemia es precisamente no olvidar, no acordarnos de aquellos días encerrados en casa, con mayores y niños hacinados en habitaciones y balcones, dibujando arcos iris y, como válvula de escape, los aplausos y canticos a las ocho de la tarde. Qué triste e indignante es comprobar que la irresponsable amnesia de algunos anula la cordura y pone en peligro a muchos.

Para agravar la situación asistimos diariamente a la esperpéntica guerra política con acusaciones cruzadas entre partidos de gobierno y oposición, incluso entre autonomías del mismo signo político que se acusan para eximirse de graves responsabilidades. Pero la evidencia diaria de cifras de infectados y muertes demuestra que el sistema sanitario ha colapsado, con infraestructuras insuficientes o antiguas, medios materiales obsoletos o inexistentes, gestión y respuesta lenta ante la crisis y vuelven las acusaciones de que los antiguos gobiernos no invirtieron en Sanidad Pública, recortaron servicios y apoyaron a la centros privados. Este discurso está más que desgastado, porque cuando cambia el signo político de el/los gobernantes de turno, pasan los años y seguimos con los mismas carencias y con otro grave y creciente problema, el de los profesionales sanitarios, olvidados, desmotivados, maltratados por la Administración que sigue sin reconocer sus esfuerzos por mantener una Sanidad digna y de calidad con su esfuerzo diario.

Pero los sanitarios empiezan a claudicar ante la desbordante presión asistencial, jornadas interminables donde asoman lágrimas de impotencia ante tantas desgracias y muertes, algunas de ellas evitables.

Alguien con responsabilidad de gobierno actual, sin escudarse en la culpabilidad de sus antecesores, tiene que tomar nota y empezar a resolver el mayor problema actual del sistema sanitario, sus exhaustos profesionales, que también se infectan y mueren, y esperan una respuesta por parte de sus gobernantes cuando ésta crisis mejore.

Y si los actuales recursos públicos son insuficientes para dar respuesta adecuada al actual colapso del sistema sanitario, sería muy acertado, humano e inteligente que el gobierno olvidara las antiguas críticas a la Sanidad privada y utilice y coordine todos los recursos disponibles públicos y privados para acabar con la mayor crisis sanitaria nacional y mundial.

Siempre se puede aprender de los errores cometidos y extraer algo positivo de una crisis: anticiparse al problema con alertas que los detecten con antelación, identificar la carencia de recursos, actualizar y adaptar los sistemas de trabajo y, muy importante, valorar y motivar a los profesionales de la organización, son estrategias que mejorarán los resultados, en éste caso ganar la batalla a la pandemia y preservar la salud de la población.

Y si algo echo de menos en las estrategias de salud utilizadas en ésta guerra contra el virus, es un mando único que las planifique, que dimensione los recursos según las necesidades de cada territorio, que los ponga a disposición de los mismos y que mida los resultados en ganancia de salud, dejando la ejecución de los procesos y tareas diseñadas a cada una de las Comunidades Autónomas.

La coordinación de cada batalla debería ser única, porque en ésta guerra no pueden haber 17 jefes con diferentes estrategias de ataque para vencer al mismo enemigo.

Enrique Ballester Llopis, médico de Urgencias Hospital de La Ribera.