VOX.-  La irrupción de Vox en la vida pública es ya una realidad. Y esto se puede apreciar en las conversaciones que mantienen nuestros vecinos. Unos hablan de él con miedo, e incluso con rechazo, y otros con esperanza. Pues resulta que todos ellos tienen cabida en un partido en el que confluyen personas de muy distintas sensibilidades y creencias, pero con unas mismas preocupaciones.

¿Qué les preocupa a sus votantes? En primer lugar la falta de libertad para poder expresar sus opiniones sin ser descalificados ya de primeras. Tanto es así que a Vox se le niega la legitimidad para hablar y para participar en la vida pública. Paradójicamente esto ocurre en una sociedad plural donde las palabras inclusión y diversidad son de obligado nombramiento.

Y en segundo lugar, les preocupa y mucho que desde el ayuntamiento no se afronten los problemas más acuciantes de nuestro pueblo. Problemas tales como el de la agricultura. Hemos visto la naranja tirada en el suelo o sin recoger. La respuesta que se da desde las instituciones es siempre la misma: Europa. Sobre este asunto de grandísimo calado, Vox no tiene una barita mágica. Pero sí tiene claro que a quienes hay que escuchar es a los agricultores, además de destinar a su labor todo el presupuesto que el ayuntamiento pueda disponer. Porque, ¿se está haciendo todo lo posible para promocionar la comercialización de nuestra naranja? ¿A quiénes van destinadas las subvenciones? ¿Y los autónomos? Cada vez más ahogados por la burocracia.

Otra realidad que Vox tiene el atrevimiento de denunciar es el de la inmigración ilegal. ¿Estamos seguros de estar administrando bien la ayuda social? ¿Vamos por el buen camino para que la esperada integración  sea una realidad en nuestro pueblo? ¿Cuál ha sido el consenso para tener en la calle Albalat una residencia de jóvenes inadaptados? Lo cierto es que nadie sabe nada y que los vecinos ya sufren las consecuencias. Vox propone acoger al inmigrante, pero con sentido de responsabilidad y pensando no sólo en el bien del que viene de fuera, sino también en el bienestar de los que están dentro. Es una cuestión de sentido común.

Si Vox entra a formar parte del gobierno local no impondrá una sola lengua. No es de recibo que las notificaciones del Ayuntamiento estén escritas únicamente en valenciano, puesto que hay vecinos que no lo entienden. A estos no se les puede discriminar por razón de lengua. Es una cuestión de libertad y de sentido común.

Para Vox, sí es sí. Sí a la vida y sí a la defensa de la familia natural, núcleo fundamental de la sociedad, respetando también otros estilos de convivencia. Sí a la atención del gravísimo problema de las rupturas familiares, la violencia, las adicciones o el bullying, con la creación de unidades especializadas. Sí a las ayudas a la maternidad y a la protección del no nacido. Sí a la conciliación familiar en diálogo con los empresarios locales sobre flexibilidad horaria. Sí al respeto, al cuidado y a la ayuda económica para nuestros mayores que están solos.

Decimos sí a todas las tradiciones locales, religiosas y culturales: San Onofre, La Coronación de la Virgen, la caza, el tiro y arrastre, los toros… Sí a la libertad religiosa también en la esfera pública. Sí a la enseñanza pública y de calidad. Es decir, libre de la intromisión que sufren los colegios por determinadas ideologías, impuestas a nuestros hijos a través de charlas y talleres realizados durante el horario escolar. ¿Realmente estas acciones obedecen a las prioridades que demanda nuestro pueblo? ¿O es que nuestros maestros no predican desde siempre el respeto a toda persona por el mero hecho de serlo? Desde Vox denunciamos la sistemática vulneración del derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos en libertad.

Es la hora del sentido común y de apartarnos de la corrección política actual. Llegó el momento de darle a la política su verdadera finalidad: servir a los ciudadanos con verdad y buscando el bien común. Es la hora de Vox.