Acabamos de celebrar el misterio de fe más importante para los cristianos y para la humanidad entera: la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Y estos días también lloramos la muerte de esas personas inocentes que han sido asesinadas por el terrorismo integrista.
Hace dos mil años que el Hijo de Dios hecho Hombre entregó su vida porque le dio la real gana. Podía haber huido, haberse bajado de la cruz, convocar a todos sus seguidores para que se alzaran en armas en su defensa o reclamar la presencia de una legión de ángeles. Pero no, quiso morir solo, sin que los suyos sufrieran daño alguno por su humillación voluntaria y total.
Por eso Jesucristo es un ejemplo para toda la humanidad, pues fue siempre con el ejemplo por delante, con un amor ilimitado y dispuesto a dar la vida por el prójimo. Por eso estamos seguros de la sinrazón del integrismo islámico, de ese morir matando de forma indiscriminada y cruel. Por eso tenemos la certeza de que andamos en la verdad, por el camino cierto, y que esta historia acabará bien, tal y como ocurrió hace dos mil años un Domingo de Pascua. ¡Estamos condenados a triunfar… si nos da la gana! Y es que, lo queramos o no, somos libres.
J.A. – Algemesí